La digitalización, todavía hoy, sigue siendo una asignatura pendiente para muchas compañías y, por ende, para sus CEO´s. La mentalidad de una generación de directivos educados en una cultura industrial, la velocidad de evolución de la tecnología y la inercia analógica de las organizaciones son obstáculos muchas veces insalvables.
Sin embargo, si analizamos el reto a vista de pájaro, veremos que la solución pasa por resolver la intersección de la complejidad de las personas que forman la empresa con la complejidad del negocio. No se trata de provocar un cambio cultural (misión imposible), sino de gestionar el negocio asumiendo una nueva variable que aumenta la complejidad: la dimensión digital.
La digitalización no ayuda, complica.
Lo primero que un CEO debería hacer es eliminar de su ideario la falsa promesa de que la digitalización facilita la gestión de las empresas. Es falso. A toda la complejidad tradicional de gestión de un negocio, debemos sumarle la derivada de las nuevas tecnologías. El CEO debe convertirse en un arquitecto de la tecnología o si no, rodearse de uno.
Ser arquitecto tecnológico significa ser capaz, desde el puzle de herramientas y capacidades que hacen posible los procesos actuales, buscar aquella tecnología que mejore los procesos sustituyendo las piezas desfasadas. El buen CEO no se casará con una tecnología, sino que será capaz de escoger en cada proceso, incluso en cada proyecto, aquella herramienta digital que le permita competir. El buen gestor dirigirá la compañía velando por que las nuevas piezas del puzle encajen. Encajar, en este caso, es sinónimo de resolver la intersección compleja entre personas y negocio.
Resolver el negocio implica tener en cuenta a las personas.
Pretender resolver la digitalización desde la complejidad de las personas es imposible. Esa complejidad es infinita. Pero, no debemos renunciar al objetivo que desde la digitalización se provoquen cambios graduales de hábitos y formas de trabajar que, con el tiempo, permitan a las personas y organizaciones evolucionar o, por que no, mutar.
De la misma manera que afirmamos que la digitalización nace de la dirección general, también sostenemos que no debe haber imposición tecnológica desde la cúspide. Debemos aliarnos con la velocidad de evolución y mejora de la tecnología, permitiendo que las personas opten por su propia pieza del puzle. El arquitecto debe ser hábil para dejar probar, evaluar y llegado el caso, integrar.
Y por esa integración no entendemos estandarización, oficialización, aceptación o licencia para usar una determinada herramienta digital, sino que entendemos capacidad para monitorizar ese proceso y extraer aquellos datos que, volvamos a repetir, sigan permitiendo a la empresa competir de manera eficiente. Lo relevante no es la tecnología que se use en la mejora de un proceso, sino mantener o mejorar la capacidad de monitorizar y crear ventajas competitivas de la información generada en ese proceso.
Un futuro CEO, un arquitecto de la digitalización, no tiene miedo a que en su empresa haya diversidad de tecnologías, lo que debe temer es perder el control de las nuevas sinapsis que se produzcan entre sus personas y entre sus personas y los clientes. En esas sinapsis está el sentido de la digitalización y sobre ellas se construirán las nuevas ventajas competitivas de las empresas, basadas en la eficiencia y en la mejora de la experiencia de cliente y del empleado
El éxito necesita un planteamiento estratégico
En definitiva, los cambios han venido para quedarse, pero las ventajas de la economía digital tanto para las personas como para las empresas son innegables. No obstante, para que las empresas lleven a cabo una estrategia empresarial exitosa, es necesario plantearse y diseñar una reestructuración del negocio antes de llevar a cabo la implementación de las nuevas tecnologías. Es decir, tan solo el utilizarlas no implicará una transformación. Si quieres comenzar con esta transición y tienes dudas al respecto, contacta con nosotros y cuéntanos. Podemos asesorarte. ¡Te esperamos!
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